DÍA 1
Llego al lugar del evento a las 10.40, diez minutos tarde...o eso creo yo, porqué la sesión empieza a las 11.00. Me han hecho todo el lió para llegar antes, cabrones.
Me planto en la recepción y me acojono cuando la funcionaria me llama por mi nombre, me manda a una sala y me siento allí a esperar.
No sé si sacar el cómic que me han traído mis camellas magas, Crónicas de Aislacionismo-Miguel Ángel Martín, en estos momentos me encuentro en una realidad ajena a mi persona y no soy consciente de mi reflejo.
Echo un vistazo alrededor y me encuentro con un portarevistas lleno de guías de viaje, en semejante tesitura lo asocio con escapar, en semejante tesitura me resulta afiladamente graciosa la ironía. Mejor no saco el cómic, no vaya a ser que a mi no se me permita el mismo humor, nadie entienda nada y acabe aquí encerrada.
Tengo el culo empapado. Anoche no podía dormir, jodía procrastinación,
y esta mañana me ha costado un ovario levantarme. Salgo con la hora pegada y ni recuerdo que ayer llovía, total que se me olvida pillar una bolsa pal asiento de la bici que se empapa, y como llego tarde lo apaño con la braga del cuello. Cuando me bajo de la bici la braga esta en los pedales, resultado: pantalón y calzoncillos empapados...
Y en esto ando cuando entra un enfermero totalmente afónico a soltarme una instructiva charla sobre las actividades del programa. Con la parra que llevo, y más, recién levantada, no me entero de nada. Me abstraigo y asiento con la cabeza mientras el tipo gruñe.
Por fin se va. Permanezco allí, con las revistas de viajes.
Se vuelve a abrir la puerta, entra una maciza de escándalo con bata del centro,
abro los ojos, jjjjj, y no sonrió porque voy de seria, auuuuuuuuuuuuu.
La chavala se pone a colocar sillas en circulo, en silencio. Tiro de telefilms para adivinar lo que pasa.
Empiezan a entrar personas, saludan y se van sentando. Curiosamente nadie se sienta cerca de mi, sonrió para mi misma y recuerdo años de viajes en metro y autobús en Madrid. Siempre fue un honor infundir ....???
Alguien habla en voz alta. Giro la cabeza hacia el sonido. Un señor mayor con cara de majete va saludando a todo el mundo. Me ofrece su mano, se la estrecho, se sienta muy cerca de mi. Es el psicoanalista. A su lado la maciza, que está de prácticas.
Las últimas en llegar se me acoplan a ambos lados. Soy la más joven. Comienza la clase.
La madre que me parió, resulta que en este grupo somos tres nuevos. No nos queda más remedio que presentarnos. Me veo de nuevo en la aterradora rueda de turnos, ahhhhhhhh!!!, mi fobia social me acelera el pulso, me eleva la temperatura, me pone tensa. Me cabrea la obligación y se me lee en la cara. Suelto mi nombre.
El señor que tengo enfrente lleva 11 años deprimido, hace dos semanas se metió una sobredosis de pastillas.
La otra chica nueva lleva 10 años casada con un bipolar, están en la ruina, hace un año violaron a su hija de 15 años, cada día la ve morir. Ahora que se ha desmoronado su marido quiere el divorcio.
La rubia de enfrente fué drogodependiente durante 20 años de un alcohólico maltratador, esta harta de todo y grita-¡ Viva la anarquía, qué se suicide quien quiera!- mientras, me mira a los ojos. Después, menciona a sus hijos.
La señora del fondo esta jubilada, cuando habla de su caso me viene inmediatamente a la cabeza “Cien años de soledad”, lo dio todo por su familia y la han dejado sola. Me dan ganas de soltarlo.
La señora de mi izquierda también esta harta, no dice que le pasa pero habla de su novia que la esta esperando fuera. Toing!!!!
El rarito sentado junto a la rubia se ha olvidado estos días de sus problemas, su padre esta palmando en el hospital.
En algún momento el psicoanalista me interroga. Sintetizo y suelto tralla. Se yergue en su silla.
La charla se centra en los mencionados. Hablan de la necesidad de tener apoyo de otros, se mienten a si mismos hablando de dar sin esperar nada, de la dependencia del amor, la familia unida, el cansancio, la lucha por salir del aislamiento, del horror.
El psicoanalista me ataca de nuevo, vuelvo a soltar tralla, “el tipo repite mis palabras durante toda la sesión”...
En un momento dado la charla se enfoca en como descuartizar un pollo, inevitable sonreír, la rubia no para de mirarme. Es su pollo.
A las 12 en punto suena el timbre, se acaba la clase.
Levanto mi culo empapado de la silla y contemplo embelesada la huella impresa.
Salgo, me lío un cigarro y me da por pensar que les he soltado a once suicidas que este trabajito lo tienen que hacer solos, que el miedo es un engaño de la mente, que el ser humano es egoísta y tiene una psicopatología de la conducta producto de un pensamiento inducido, que no existe absolutamente nada de lo que ellos creen y que hay que pisar tierra y enfrentarse a uno mismo.
La novia de la bollo me mira curiosa mientras se abrazan y se besan en la calle, qué bonito. ¿En cuanto tiempo lo podría destrozar?
Sonrió y pienso quién va a psicoanalizar a quién.
Me doy cuenta, modestamente, que vuelo muy alto.
Mañana, taller de dibujo...
...miedito me da...
jueves, 8 de enero de 2009
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3 comentarios:
Una no se puede dar cuenta, modestamente, de que vuela alto, querida. Admite que la terapia te ha subido el ego, jejejeje.
Es un texto brillante, lo he leído dos veces seguidas, mañana no puedes faltar y no te olvides de contar qué tal fueron los dibujos. Creo que si te pones a hacer tus rayas y círculos te pondrán la camisa de fuerza directamente, jejeje.
besitos psico-voladores
Diana
Jajajajajaja....como me coneces cariño!!!
Alli estaré....
Muaaaaaaaaaaa
claro que vuelas alto cariña, lo que pasa es que andas con superdotadas como tú y se te olvida..jeje..no tenemos abuela..jjj
que bien que has recuperado tu humor negro nena...negro como mi princesa sin reino..
te quiero!
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