He ahorcado a mi inocencia.
Su orgullo adolecido aún voraz no impide que se mee encima,
su belleza efímera, expira con los últimos latidos suplicantes
perdida entre flujos corporales viscosos y detritos.
La he visto patalear rabiosa e indefensa hasta morir,
parecía más humana que yo,
en su rostro desfigurado leo un pánico sumiso y crudo
que me arde entre las piernas…
Le he cortado el cuello a mi ilusión,
la colgué de un semáforo ciego
y vi como se desangraba incrédula,
borboteando nerviosa,
vi el dolor brillar muy cerca,
se fue apagando velado tras su mísero destino.
Abro la caja y esta vacía.
domingo, 16 de marzo de 2008
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